Con la lectura, Rafael Toriz nos sitúa en un modelo mental muy difuso, no tenemos una estructura base ni un relato lineal, nos muestra que todo está entrelazado dado a las dimensiones del tiempo y del espacio. Comenzamos a leer algo muy vago, que me cuesta mucho entender, pero conforme avanzamos, nos sumergimos más en la lectura y resulta interesante la comparación que hace entre las ciudades grandes y pequeñas, los libros y la poesía. Es algo que jamás se hubiera imaginado y nunca se hubiera partido de ese punto para compararlo.

Es interesante ver, como parte de una cosa tan simple como son los libros y sus historias, nos lleva a entrelazarlos con las ciudades y los sentimientos de las personas que habitan en ellas. Nos damos cuenta que parte de lo singular a lo general, pues por medio de la tecnología y usando la sociedad como apoyo, se puede llegar a obtener un modelo global y conocer más acerca de la funcionalidad de la misma.

Cuando leemos un libro el espectador se ve inmerso en un juego que asume y juega, pero activamente; al igual que el habitante de una ciudad con respecto a su geografía. En este texto, Rafael Toriz, juga con los autores, las lecturas y nos muestra que un libro puede ser como una gran ciudad, con sus calles bellas, sus monumentos, su arquitectura y su historia, pero también puede mostrarnos su pobreza, su lado humano, su lado oscuro.

Es sumamente interesante como el autor nos muestra que así como la ciudad podemos hacerla nuestra, pues caminamos sus calles, usamos sus negocios, recorremos sus museos, también podemos hacer nuestra la lectura de un libro, congraciarnos con los personajes y meternos en sus escenarios.

Podemos concluir que es una lectura de la que pude aprender mucho, nos explica como cada uno de nosotros somos pequeños pedazos que estamos destinados para funcionar como un todo, así como la literatura que nos invita a formar parte de ella y formar parte de su todo, a involucrarnos con ella y vivirla.